Guía para leer en la cama con un pitillo en la boca

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Querida lectora, querido lector:Novelas Sueiro Cubiertas
Con estas preguntas, los editores de Libros de la ballena pretendemos fomentar la reflexión a la que dan pie estas cuatro novelas cortas, sin impedir con esto que descubras estas historias y sus personajes desde tu propia perspectiva. Nuestra intención es solamente la de orientar la reflexión hacia ciertos aspectos que creemos pueden fomentar una lectura más crítica y completa de las novelas y de la España que aparece en ellas.
Esperamos que disfrutes de estas cuatro historias y de las reflexiones que suscitan.

  • Monchito, el nieto de los Chonos, aparece trabajando con las vacas. ¿Dónde debería estar un niño de su edad? ¿Qué representa esto?
  • ¿Cómo han llegado a esta situación en la familia? ¿Por qué nadie sabe realmente quién tiene derecho a la herencia?
  • Rogelio tenía un trabajo estable aunque precario antes de entrar en la carpa, ¿por qué lo deja? ¿Qué busca en la carpa?
  • ¿Por qué no pueden trabajar los actores y actrices durante todo el tiempo que están en Valladolid?
  • ¿Cuánto tiempo lleva Frank fuera de España? ¿Cómo se imagina el país al que vuelve después de tantos años?
  • ¿Cómo se ve Frank a sí mismo cuando llega a Galicia? ¿Cambia esta percepción con el tiempo? ¿Cómo le ven los demás? ¿Concuerda Frank Loureiro con la imagen que tenías de un indiano?
  • El protagonista de Solo de moto no deja de repetirse su plan, ¿a quién pretende convencer de que es eso lo que va a pasar en Torremolinos?
    ¿Adónde va este chaval? ¿Qué busca? ¿Existen las suecas de las que habla?
  • Hay un “mal” común en las cuatro novelas, algo que provoca la misera de todos los personajes pero que no puede ser nombrado directamente. ¿Qué es ese mal? ¿Qué provoca la pobreza moral de los Chonos y su familia, la misera de los actores de La carpa, el desarraigo de Frank, la confusión del protagonista de Solo de moto?

 

La decadencia del Realismo social de posguerra

El realismo social fue el género que los escritores de la generación del 50 decidieron usar para su producción literaria. Buena parte de esta elección es consecuencia directa de las circunstancias de la época. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, no podemos hablar de Sueiro y sus coetáneos sin tener en cuenta el contexto político-social que les rodeaba.

La censura, una sombra siempre al acecho, impedía a los escritores y periodistas expresar libremente sus opiniones acerca de las injusticias sociales y el alineamiento de los individuos que no seguían la doctrina impuesta por el régimen. Sin embargo, en el realismo encontraron una forma de salvar ese callejón sin salida. A través de un lenguaje natural y sencillo y una ficción objetiva consiguieron hacer una literatura comprometida socialmente que pretendía hacer partícipe al lector y generar en él conciencia a la vez que reivindicaban la justicia.

«Bastantes escritores del medio siglo compartieron la idea de que la literatura tenía un valor instrumental y debía desarrollar una función política. La situación histórica del hombre fue preocupación asumida por una mayoría, pero mientras unos defendían el relato de agitación y propaganda, otros se detuvieron en una narrativa objetivista y testimonial que se quedaba en la frontera de la soledad y frustración de las personas. Estos últimos practican, pues, un testimonio de solidaridad con el sufrimiento y una actitud humanitaria».

Santos Sanz Villanueva

Al principio, para los censores, la mayoría de las novelas eran simples historias que no contaban nada interesante (a simple vista, claro). Pero ya en los años sesenta, el realismo social evolucionó a un realismo mucho más crítico en el que la denuncia al régimen y sus esbirros era palpable y visible a ojos de los censores. Obras como La isla, de Goytisolo; Año tras año, de López Salinas o Estos son tus hermanos, de nuestro autor Daniel Sueiro, fueron censuradas y, en consecuencia, publicadas en otros países.

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Además de la censura, otro aspecto que influyó en los escritores a la hora de decantarse por este género fue el profundo desconocimiento que tenían, por un lado, de la tradición literaria de su país (muchas de las obras contemporáneas habían sido censuradas), y por otro, de las corrientes vanguardistas que en aquel momento estaban desarrollándose en Europa.

Así pues, el realismo no solo fue para ellos una nueva técnica narrativa, una mera elección estética, sino que fue un arma contra el régimen, una forma de llevar a cabo su misión ética para con el pueblo español.

A pesar de esto, el realismo, como todo en esta vida, pasó de moda. El público lector se hartó y los escritores también. La sociedad española estaba aburrida, ya no le interesaba una literatura que solo se limitase a retratar la realidad de forma mecánica y monótona, muy pobre estéticamente. Los escritores se dieron cuenta de que lo que escribían no llegaba a su público. Y el realismo entró en decadencia.

Daniel Sueiro, en su ponencia Silencio y crisis de la joven novela española, analiza desde el punto de vista de un escritor realista las posibles razones que le llevaron a él y a sus coétaneos a abandonar este género por otros más experimentales.

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Una de las principales causas para Sueiro fue sin duda la censura, que impedía a los escritores hablar con libertad sobre ciertos temas y publicar sus novelas en España. Muchos autores de la generación del 50 simplemente se cansaron. Algunos dejaron de escribir para dedicarse a otras cosas, otros siguieron escribiendo pero sin mucho éxito.

«Nos hemos puesto a escribir para nuestros compatriotas, los españoles, tratando de contar algo de lo que ocurre entre nosotros, […] utilizando en cierto modo como instrumento o como técnica una forma de realismo simple y franco, sin gran elaboración, sin demasiada complejidad argumental y con un lenguaje que consideramos digno, pero corriente, e incluso popular; […] Mas todo cansa, y creo que nosotros, por lo que se observa, o mejor aún por lo que se deja de observar, nos hemos cansado».

Daniel Sueiro

Además del hartazgo del público por la novela realista, otro aspecto que influyó fue la aparición de un nuevo tipo de novela y de un nuevo grupo de escritores latinoamericanos que empezaban a tener mucho éxito. Sueiro consideraba esa novela «viva, libre, arrolladora, […] escrita en nuestro propio idioma». Para él, García Márquez, Cortázar, Rulfo (por nombrar solo a unos cuantos), estaban «vivos» y escribían «libremente sobre cosas vivas […] sin temor». Esta serie de hechos hicieron que la novela realista española de la segunda mitad del s. xx entrase en declive para dejar paso a técnicas más novedosas y modernas.

«Voy a proponerme como mi primer deber, ante mí mismo y ante los lectores que pueda llegar a tener, ser sencillamente un hombre libre y vivo, un escritor libre y vivo. No se puede soportar ni un día más el aburrimiento, el aburrimiento del país, el aburrimiento de todos nosotros».

Daniel Sueiro

Por Sara Salsón

Los emigrantes de Sueiro: la condena del siempre retorno.

Los hay a pie, tren, barco o avión. Los hay imprevistos y planeados, duraderos o cortos, también los hay forzados o voluntarios…  Y, sobre todo, los hay soñados.

Un enfoque fundamental en las en las tres novelas cortas de esta edición ya publicadas anteriormente (La carpa, El regreso de Frank Loureiro y Solo de moto), es el viaje que emprenden los personajes impulsados por el mismo motivo: la esperanza. Por un lado, están los integrantes de la compañía de teatro que viajan durante días de un pueblo a otro esperando que en alguno de esos estalle su fama y logren escapar del hambre viviendo de actuar. Por otro, está Loureiro que se devuelve a España con el profundo deseo de que adonde vaya lo vean lleno de éxito y dinero, siendo que todo lo que ha hecho en realidad es nada, nada para lograrlo y debe hacer otro viaje de regreso a la ciudad que lo ha consumido por más de cuarenta años. Mientras que el motero, en medio de su absoluta ignorancia, anhela llegar a Torremolinos en un fin de semana para tener algo que contar el lunes que vuelva al taller, sin embargo sus escasos recursos y falta de dirección y conocimiento, le impiden cumplir con su objetivo y al final la única alternativa es volver.

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Estatua en Tocón (Granada, España), dedicada al emigrante.

Además de tener el viaje como factor común, estas tres historias se asemejan entre sí por el hecho de que sus protagonistas emigran por lo menos dos veces durante la historia y la trama se desarrolla en ese largo recorrido que hacen para buscar otras opciones… Sentir que tienen un propósito distinto al de sobrevivir. Sin embargo, por más que se atrevan a escapar del destino impuesto, deben volver a él porque en realidad es lo único que conocen, es su condena al siempre retorno. Entonces, aparece otra cuestión ¿por qué Sueiro retrató en tres diferentes historias, personajes y contextos un mismo tema? ¿Qué lo motivó? La razón más evidente, era el de sacar a la luz la verdad de muchos que fueron víctimas ―indirectas si se mira desde estadísticas mortandad, pero directas si se perciben desde las consecuencias sociales a la fecha―del régimen, que no distinguía entre en jóvenes, adultos, hombres, mujeres o niños, sino solamente de lo que estaba hecho a molde o no de las políticas establecidas.

Trasponiéndolo a la realidad actual de muchos en otras partes del mundo, se asemeja a la carga que deben aceptar todos los de clase media y baja ―aquí me incluyo― que desea encontrar mejores alternativas, otro estilo de vida fuera del lugar de origen, pero que muy en el fondo también sabe que debe regresar. Sueiro veía claro el deseo de emigrar, al fin y al cabo, también fue emigrante al salir de Galicia e instalarse en Madrid, con el deseo que siempre expresó de querer volver y en sus palabras, la necesidad de partir «se debe sencillamente a ese afán de escapar del ahogo y de buscar la propia identidad que son comunes a cierto tipo de desarraigados caminantes», tal como intenta reflejar en varios de sus personajes e historias, que además de querer escapar, desean encontrar un motivo menos miserable que el de solamente resistir a las amenazas de una sociedad que no les permite encajar.

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Daniel Sueiro en la década del cincuenta. Foto extraída del archivo de los herederos.

Al parecer, con estas tres novelas no le bastaba para contar o, mejor, retratar lo que estaba sucediendo debido al contexto sociopolítico que tanto caló en la España del entonces y, tristemente, del ahora, por eso extendió su crítica y preocupación a otras obras como en Estos son tus hermanos , donde lo que se cuenta

«está basado o inspirado en algunas cosas que empezaron a ocurrir a finales de la década de los años cincuenta, y siguieron ocurriendo después, cuando algunos españoles de los que se habían exiliado al final de la guerra, republicanos y vencidos, comenzaron a asomarse a las fronteras e incluso se decidieron en algunos casos a traspasarlas y regresar a su patria, limpios de cualquier responsabilidad de las que entonces se averiguaban aún con tanto ahínco, como si de limpieza de sangre se tratara ante un tribunal de la Inquisición».

Para muchos, la emigración fue obligatoria… Fueron exiliados, censurados y amenazados, por lo que se única opción era partir a pesar de anhelar constantemente el regreso y contar a otros lo que hicieron con ellos y lo que pasó realmente en el país. Sueiro lo captó y dejó en evidencia, entendiendo también que los que se van no saben muchas veces qué buscan ¿tranquilidad?, ¿éxito?, ¿venganza?, ¿felicidad? Para la mayoría es incierto, sin embargo como emigrante de mi país y desde una perspectiva actual, puedo declarar que somos más los condenado al siempre retorno.

Laura Lee

Sueiro para el inmigrante

Mi abuela visitó España en 1969. En ese entonces, era una hippie jovencita recién casada que viajaba a Europa con motivo de su luna de miel. Cuenta que, en un pueblo de Alicante, mientras dormían en la tienda de una playa, les despertaron unos hombres que les apuntaban con bayonetas: eran agentes de la Guardia Civil de Franco. Mis abuelos no fueron arrestados pero los demás compañeros de nacionalidad española no pudieron evitar ser detenidos. ¿El motivo? Las tendencias marcadas por una espiritualidad alternativa y demás conductas del movimiento hippie estaban prohibidas por el régimen. En La carpa, Sueiro nos narra una historia más cercana al estilo de vida contrario a lo que dictaba el régimen a través de un grupo de teatro itinerante, y deja en evidencia la dura realidad de los marginados que deseaban seguir sus convicciones o, por lo menos, escapar de un estilo de vida impuesto.

En ese momento mis abuelos lograron escapar de ese destino impuesto, si es que así se le puede llamar. Solo después de muchos años mi abuela volvió a España y se quedó perpleja al ver Madrid otra vez: todo se veía diferente, ni siquiera el Paseo del Prado era el mismo.

La escritura de Daniel Sueiro muestra el contraste entre espacios urbanos y espacios rurales.  Dentro de estos espacios nos encontramos con unas “vidas poca heroicas”, vidas de personas marginadas que intentan sobrevivir en un mundo que les ahoga.

La época franquista favoreció a la gente adinerada y conservadora pero para los demás fue una época de miseria, pobreza y frustración que se quedó en la memoria colectiva y en los hábitos sociales que hasta hoy perduran. Creo que cualquier persona, española o no, puede identificarse con el viaje a ninguna parte que hace el protagonista de Solo de moto y la frustración que provoca la impotencia de no sentirse en control de su propia vida. Pero la dureza de la vida rural durante el franquismo es algo que se le puede escapar al extranjero, incluso al que estudia historia española. Esta falta de información está aumentado debido al desconocimiento de muchos jóvenes españoles de su propia historia, que luego influye negativamente en la transmisión de esa información a los inmigrantes. La Transición no solo fue una época de muchos cambios sociales y políticos, sino también el comienzo de una época en la que el pasado empezó a olvidarse.

La España que describe Sueiro está muy lejos de mi realidad como inmigrante y no genera la misma angustia que puede provocar en alguien cuyos padres, abuelos y bisabuelos fueron víctimas de esa realidad asfixiante, y sobre todo de la España rural. Sueiro es uno de los mejores testigos que tenemos para entender esa realidad. La lectura y el trabajo con los textos de Sueiro me ha servido para enriquecer mi conocimiento sobre la cultura moderna de España.

 

Por Abina Cohen

Daniel Sueiro, pionero del nuevo periodismo

Un tiempo después de llegar a Madrid, Sueiro «abandonó el Derecho y el dibujo por el periodismo y la literatura», como nos contaba María Cruz Seoane, su mujer, en la «Nota previa» a la edición de Alianza de 1988 de sus cuentos. Supongo que por aquel entonces Sueiro empezó a sentir esa necesidad de hablar de lo que no se hablaba y la mejor forma que encontró para hacerlo fue a través de la escritura, tanto periodística como literaria.

Sueiro comenzó sus andanzas en el periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, que más tarde se convertiría en la famosa Agencia EFE. Después colaboró con los diarios Arriba y Pueblo. Ambos pertenecieron a la Cadena de Prensa del Movimiento (franquista, claro). El diario Arriba fue fundado en 1935 por José Antonio Primo de Rivera y a partir de 1939 se convirtió en el periódico oficial de la Falange, órgano doctrinal del régimen franquista, exento de la censura previa que aplicaba por entonces la Ley de Prensa. El diario Pueblo, menos importante, dependía de la Delegación Nacional de Sindicatos y no se consideraba que tuviese mucha calidad.

 

«La redacción del diario Pueblo se componía de desechos. Basta covachuela galdobarojiana cuyos inquilinos ni sabían escribir ni tenían otro sueño que el plurisueldo. El periodismo era para ellos simple trasvase de propaganda que ni siquiera se cuidaban en hacer digerible a sus lectores. Vivían pendientes de no irritar a ninguna de las múltiples autoridades: civiles, militares, religiosas, y a los numerosos gremios que acotaban sus parcelas contra la crítica del resto del país. Dirigentes sindicales de segunda, y aun de tercera, y ministros y jerarcas del partido único se arrogaban páginas enteras del periódico para sus más nimios discursos o gratuitas declaraciones, y ay de la errata que turbase la fluidez de sus periodos, porque al día siguiente había que reimprimir el discurso entero con enfáticas excusas. […] Las comillas eran socorridísimo recurso para dar un tono pícaro o siniestro a cuanto la censura o el miedo impedían decir con claridad».

Jesús Pardo, periodista.

Probablemente hastiado y frustrado por el trabajo en esta clase de publicaciones, que no solo eran contrarios a su ideología política sino que además le cortaban las alas a su libertad de expresión, decidió volcarse en la literatura para expresar a través de ella su denuncia al régimen franquista. Sin embargo, con el tiempo volvió a dedicar parte de su escritura al periodismo, aunque esta vez de forma independiente y sin restricciones (pero con censura, por supuesto).

En la misma línea que los textos de los periodistas Rodolfo Walsh y Normal Mailer, Suerio practicó una suerte de nuevo periodismo con sus libros de reportaje. El nuevo periodismo surgió como una tendencia literaria y periodística a mediados de los años 60 en Colombia y fue bautizado como tal por el escritor Tom Wolfe. Básicamente nació a raíz del descontento de unos cuantos escritores que consideraban que la información era superficial y carecía de la profundidad y seriedad necesarias para llegar a los lectores. La idea era aunar literatura y periodismo en uno, es decir, contar las noticias a través de historias sencillas y cotidianas y, sobre todo, reales, aplicando las técnicas y recursos de la literatura (algo que los defensores del periodismo tradicional rechazaban). Así pues, el nuevo periodismo viene como una renovación en las formas narrativas: diálogos realistas, descripciones detalladas, un estilo claro… y, lo más importante, un gran trabajo de investigación basado en la precisión y veracidad de los hechos.

 «Demostrar que la realidad nos pasa delante de los ojos como un relato, en el que hay diálogos, enfermedades, amores, además de estadísticas y discursos».

Tom Wolfe

El Boom literario latinoamericano sirvió para que esta nueva forma de entender el periodismo cogiese impulso y se afianzase. En 1957, Rodolfo Walsh publicó Operación Masacre, punto de inflexión que terminó de asentar el nuevo periodismo. En Estados Unidos, el pistoletazo de salida lo dio Truman Capote cuando publicó A sangre fría en 1966.

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En España, con el Generalísimo al frente, la Iglesia a su derecha y la censura a su izquierda, hacer periodismo de investigación era una osadía. Pero Sueiro lo hizo. Lo hizo porque quería la verdad, quería llenar esos vacíos de información que diarios como Arriba y Pueblo dejaban. Y así nacieron El arte de matar (1968); Los verdugos españoles (1972); La pena de muerte: ceremonial, historia, procedimientos (1974); La verdadera historia del Valle de los Caídos (1976); Historia del franquismo (1977), escrita en colaboración con Bernardo Díaz Nosty; La Flota es roja (1983) y El Valle de los Caídos: los secretos de la cripta franquista (1983). Todos ellos grandes reportajes de investigación periodística sobre temas espinosos, difíciles y a veces dolorosos como la pena de muerte o el Valle de los Caídos.

 

Sueiro no fue solo pionero en España cuando decidió embarcarse en la ardua tarea de escribir estos libros reportaje, fue también uno de los muchos valientes que decidió utilizar su escritura como arma, como denuncia al régimen franquista, que dio la cara por las personas que no tenían voz, ni voto, ni casi nunca nada.

Por Sara Salsón

El arte de sobrevivir

En plena dictadura franquista, Daniel Sueiro publicó dos de sus libros documentales más polémicos: Los verdugos españoles y El arte de matar. Como es tan corriente en la obra de Sueiro, hablaban de lo que nadie quería hablar: en este caso, de esos verdugos que en la segunda mitad del siglo XX seguían en activo en España, y de ese sistema que permitía que siguiera siendo uno de los pocos países que usaba el garrote vil para dar muerte a los reos, hasta que por fin se abandonara su uso en 1977 con la aprobación de la Constitución. Estos dos libros dejaban entrever algo más importante, algo insertado en lo más profundo del orden social y que la dictadura había permitido que se naturalizara: la pobreza y el analfabetismo formaban parte intrínseca de la sociedad española, y el pueblo era incapaz de luchar contra un sistema que le impedía el derecho a defenderse por no tener los recursos para enfrentarse a condenas desorbitadas e injustas.

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Basilio Martín Patino, director de cine principalmente conocido por sus documentales, se inspiró abiertamente en estos dos libros para Queridísimos verdugos, un documental que, rodado en la clandestinidad durante el principio de los años 70, no pudo estrenar hasta 1977, después de la muerte de Franco. Era un documental imposible antes de su muerte, que ironizaba de forma muy agresiva sobre la dejadez de la dictadura tardía y las injusticias que se cometían con toda la población. En una proyección ilegal, las primeras palabras de Martín Patino al finalizar fueron: «Estoy acojonado». Más a la derecha, Sueiro, con sudor frío en la frente, pudo decir: «Estoy temblando». No era tan fácil tener la osadía para rodar —y escribir— esto en los tiempos de la dictadura, y tampoco era fácil entender, después de todo el trabajo vertido, cómo se podían realmente permitir esas barbaridades de manera sistemática.

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En Queridísimos verdugos, Martín Patino entrevista a tres de los verdugos que todavía quedaban en España, y logra hacer un retrato muy humano de ellos —no por menos él mismo se llamaba así mismo incordiador, no documentalista—: los acompaña en su día a día, les deja hablar entre ellos de sus experiencias como verdugos y, no sin un poco de sorna —ya el mismo título del documental nos deja intuir el tono de la obra—, les permite ser ellos mismos delante de la cámara. Sentados en una bodega y rodeados de la iconografía más clásicamente española (una guitarra flamenca, el toro, el vino, la bandera de España) el documental nos descubre que ser verdugos no es solo un trabajo para ellos, al final lo han interiorizado y se sienten en una situación de poder, aunque a veces sientan pena de ejecutar a según qué prisioneros. Martín Patino hace todo lo posible por mostrarnos la complejidad de estos hombres sin escrúpulos a los que poco les importa acabar con una vida, porque es lo que les han dicho que merecen por sus crímenes.

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Esto no es lo único que documenta. También tiene ocasión de hablar con familiares y amigos de presos condenados a muerte, con testigos de los crímenes, magistrados, psiquiatras y abogados. La mayoría de ellos en contra de la condena a muerte, excepto algún supuesto doctor que afirma que existe un «gen de la criminalidad» en todos los condenados, rastreable en el cromosoma. Una forma más, en el fondo, de justificar un acto atroz.

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Uno de los casos más relevantes en el documental es el del «asesino de Gandía». La familia del asesino lucha todo lo que puede para que no se cumpla la condena, pero la misma sociedad ya los ha condenado a ellos por ser pobres y analfabetos. Él siempre ha estado enfermo y nunca han podido tratarlo, y ahora se ven incapaces de luchar contra el sistema que lo ha juzgado. Después de larguísimas esperas y cientos de intentos de recurrir la condena, finalmente es ejecutado. El psiquiatra que asiste a la ejecución confiesa: «me sentí sucio, sentí que todos éramos verdugos. Sentí que el único limpio era el reo». Martín Patino llamaba a esto la «pena de vida», la condena injusta a una existencia que sólo puede desenvolverse en la miseria absoluta. Predestinados a sobrevivir.

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Por Borja Aranda

Hablar de lo que no se puede hablar: Sueiro y la censura

La libertad de expresión es un derecho fundamental de los seres humanos. El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que:

«Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».

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CC BY 3.0 / Jennifer Moo / 366 – 350: You can’t shut me up

Teniendo en cuenta la importancia de ese derecho, el 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa y consideramos que esta fecha es una excelente oportunidad para recordar cómo se enfrentó nuestro autor a la privación de este derecho durante la dictadura franquista.

Como se ha mencionado anteriormente, Daniel Sueiro vivió en una época en la que el gobierno controlaba todo tipo de información y limitaba la expresión de aquellas ideologías contrarias al régimen. Esto generó resentimientos y frustraciones tanto a él como a muchos otros profesionales del periodismo, condenados a callar y a mentir. Entre otras cosas, este periodo de la historia española se caracterizó por la marginación del escritor libre e independiente, y de los medios de comunicación de masas, y por la ausencia de una verdadera información completa y objetiva. Tal como lo menciona el propio Sueiro en el prólogo de la edición española de Estos son tus hermanos (Zero, 1977), esto ocasionó que muchos escritores se abocaran a «la titánica tarea y acaso inútil pretensión de cubrir con sus libros algunos de los vacíos que dejaban esos medios de masiva confusión, a suplir con sus relatos determinadas faltas de información, a revelar con su pluma hechos que normalmente debían de ser de sobra conocidos por todos y justamente enmendados por la misma naturaleza de las cosas».

Esta situación lo marcó profundamente y fue la razón por la cual alrededor de 1960 su trabajo en la literatura era también un trabajo moral. En más de una ocasión Sueiro mencionó su intención de utilizar la literatura como arma o como medio para denunciar lo que ocurría en la sociedad de ese entonces; buscaba con sus novelas y relatos hablar de temas sociales que no se abordaban de ninguna otra manera. Sentía en especial un compromiso moral con los oprimidos, los marginados, los solitarios y los perdedores: «material humano» con el que solía construir sus historias y que están presentes en todas sus novelas cortas.

«…lo que todos o casi todos los novelistas [españoles] hemos hecho fue elegir para ser tratados en nuestras novelas temas, hechos, vidas, personas, desgracias, miserias, injusticias en fin que en ocasiones no deberían de ser tratados en las páginas de los periódicos, pero que no lo eran, o mejor, que ni siquiera deberían tener lugar ni ocurrir en un país civilizado, pero que ocurrían y ocurren».

Sin embargo, esta situación también provocó que en muchas ocasiones la censura prohibiera la publicación de ciertas novelas. En algunos casos, cuando esto sucedía, otros países pedían editarla y promocionarla como un libro prohibido por la censura española.

Estos son tus hermanos

Un ejemplo de esta censura fue la prohibición de la novela de Sueiro Estos son tus hermanos, la cual finalmente tuvo que ser publicada en México en 1965.La razón de su censura fue el tema que abordaba: el regreso del exilio a finales de los cincuenta de los españoles republicanos y vencidos con la esperanza de poder empezar de cero pero que, sin embargo, se encontraban que no todo había sido olvidado. Los censores argumentaban que dicha novela atentaba contra la convivencia de los españoles y que por eso no podían permitir su publicación.  Incluso, como menciona Fernando Valls en su prólogo a la reedición de Los conspiradores (Menoscuarto, 2005), Mario Camús y Carlos Saura hicieron un guion de esta narración que no pudo rodarse porque también lo prohibió la censura. No fue sino hasta 1977, una vez terminado el periodo franquista, que la novela por fin se pudo editar en España. 

Aunque la censura de esta novela fue probablemente la más notable, no fue la única vez que Sueiro tuvo que enfrentarse a la censura. Años antes ya había tenido problemas para publicar su libro de cuentos Los conspiradores, a pesar de que fue ganador del Premio Nacional de Literatura en 1959. El autor tuvo que esperar cinco años para verlo publicado finalmente por la editorial Taurus en 1964, aunque el contenido del libro ya no era el mismo. Asimismo, en Novelas cortas incluimos «Fuego aparte», la cual, aunque le valió a Sueiro el Premio Nacional del SEU de novela corta en 1958 con el nombre de «La herencia» no había sido publicada hasta ahora. A pesar de que no lo sabemos a ciencia cierta, creemos que la razón de esto fue también la censura puesto que es un texto tremendista que habla de la gran pobreza material y moral que existía en las zonas rurales de la España de aquella época.

A través de los escritos de Sueiro, podemos conocer un poco acerca de la miseria y dificultades que no aparecían ni se mencionaban en los medios de comunicación de aquel entonces. A pesar de la censura, Daniel Sueiro fue un escritor comprometido con la libertad y con su pluma e ingenio denunció el régimen autoritario en el que vivió.

En síntesis, leer al autor es recordar que la libertad de expresión es un derecho por el cual se debe luchar hoy y siempre.

Bárbara Rojas

Cuatro voces para contar cuatro historias

Cada semana que pasa va quedando menos para la presentación de las Novelas cortas y para que todos podáis disfrutar con su lectura, esperamos que tanto como disfrutamos nosotros editándolas. Para ir abriendo boca y conociendo un poco más en detalle las novelas, en esta entrada nos imaginaremos a Daniel frente a la máquina de escribir, seguramente con su pitillo en la boca, decidiendo las mejores formas de contar sus historias, eligiendo a los narradores más adecuados, sus voces y sus puntos de vista.

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Como podréis comprobar con la lectura de su primera novela corta, la inédita Fuego aparte, Sueiro decide presentar esta historia de la forma más directa e inmediata posible y deja que las acciones y los personajes hablen por sí mismos. El narrador en este caso se limita a relatar los movimientos, los gestos, casi como si de acotaciones teatrales se tratase. Todo el peso dramático, pues, queda en los personajes, no en la voz que nos cuenta la historia. Con La carpa llega la narración en primera persona que mantendrá en el resto de las novelas, pero también el uso de esta técnica evolucionará mucho. El narrador de La carpa, Rogelio, funciona como un punto de vista muy cercano a la historia, está dentro del grupo, pero no tiene un especial protagonismo por encima del resto de integrantes en lo que a la acción se refiere. Es eso: un punto de vista desde el que lo vemos todo, y su subjetividad solo se deja ver en ciertas ocasiones.

 

En El regreso de Frank Loureiro, la tercera novela corta de Sueiro, volvemos a la tercera persona. Frank no es el narrador de su propia historia como sí ocurría en La carpa.  Sin embargo, nos encontramos en esta novela con un narrador muy invasivo, que afecta nuestra forma de ver la historia y sus personajes. En contraste con el propio Frank, que se deja llevar como si él no tomara decisiones en su propia vida, el narrador se hace notar y nos hace ver al propio Frank de una forma determinada: lo describe como «insignificante», habla de su «pequeño cerebro», etcétera. Y por último, con Solo de moto, la última de las novelas cortas, pasamos de un narrador que nos afecta a la hora de ver el protagonista, a una narrador que es el protagonista, volvemos a la primera persona. Todo el viaje del protagonista lo conocemos a través de sus propias impresiones y toda la novela está en su voz, en sus pensamientos. Dentro de poco podréis disfrutar de esta lectura, podréis meteros en la cabeza de este chaval y conocer así sus frustraciones, sus cabreos, sus intentos de convencerse de algo que sabe que es mentira. Todo está en su pensamiento, en su incapacidad para comprender lo que le pasa; su voz es la novela.

A nosotros nos apasiona esta capacidad de Daniel Sueiro para contar historias, para elegir las voces perfectas para contarlas y para mostrarnos así a los personajes de formas muy diferentes, desde la inmediatez de la acción de Fuego aparte hasta el hilo del pensamiento del protagonista de Solo de moto. Esperamos que a vosotros también os atrapen estas voces y que disfrutéis de sus historias.

Contexto histórico decisivo para Daniel Sueiro

En el año 1936 estalló la Guerra Civil en España debido a la inestabilidad política, social y religiosa que se había desarrollado a lo largo de la II República española. Durante los tres años de guerra (1936-1939) y posteriormente con la victoria de Franco, las autoridades franquistas instauraron en España un régimen de censura y control de la actividad cultural hasta 1951. Dicha censura se produjo en tres etapas diferentes:

  • La primera etapa estuvo marcada por el protagonismo militar propio de la época de guerra y la prensa estuvo regida por los dictámenes del ejército.
  • La segunda etapa tuvo una clara influencia nazi y franquista en la que cabe destacar la Ley de Prensa de 1938 que fue dictada con carácter provisional y estuvo vigente casi treinta años hasta 1966, con el cambio establecido por Fraga (https://233grados.lainformacion.com/blog/2012/01/la-ley-fraga-luces-y sombras.html). Las ideas totalitarias que esta planteaba hacían referencia a la imposibilidad de independencia de la prensa, ya que se le consideraba un poder externo al gobierno que podía hacer daño a la imagen del régimen fascista. Como consecuencia, era necesario tener un permiso para editar y había que convencer a los funcionarios para que otorgaran al periodista la licencia de edición. Asimismo, la profesionalidad se cuestionaba, por ello se comprobaban los antecedentes personales, profesionales y las ideas políticas de cada periodista.

«Esta novela fue prohibida. No una sola vez, sino varias, aunque seguramente por las mismas personas, que tal vez sigan esperando en sus oficinas a que acudamos una vez más a ellas en solicitud de un nuevo permiso de edición» (Daniel Sueiro, Prólogo Estos son tus hermanos).

  • La tercera etapa de censura estuvo relacionada con la Falange, la cual ejerció todo su poder para controlar la prensa; ya fuera en periódicos, emisoras de radio o noticiarios e informes. Estos últimos fueron minuciosamente analizados y clasificados para verificar su licitud según lo que los funcionarios franquistas consideraban favorable para el régimen. El control sobre la divulgación de información contribuyó al auge del informativo NO-DO, el cual favorecía y apoyaba el franquismo. Aunque el NO-DO empezó en 1923 con el nombre de Internacional News, no empezó a parecer de forma periódica hasta el estallido de la Segunda República, este se debía transmitir obligatoriamente cada semana en los cines españoles «con el fin de mantener, con impulso propio y directriz adecuada, la información cinematográfica nacional».  

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En relación con la biografía de Sueiro es importante hacer referencia a la Escuela de Periodismo que empezó a funcionar en 1941. Para ser periodista no tenías que tener antecedentes y debías ser militante de FET-JONS, a su vez era necesario tener algunos conocimientos en política. Por último, al terminar los estudios era necesario cumplir juramento como bien indica Sueiro en su prólogo:

«Juro ante Dios, por España y su Caudillo, servir a la Unidad, a la Grandeza y a la Libertad de la Patria, con fidelidad íntegra y total a los principios del Estado español, sin permitir jamás que la falsedad, la insidia o la ambición tuerzan mi pluma en la labor…»

Todos los graduados se inscriben en el Registro Oficial de Periodistas, organismo creado por la ley de 1938, otro ejemplo más de la censura que llevó a cabo el franquismo. A través de este registro se controla la capacidad y moralidad de los periodistas, cualquier acto contra el Estado supone la expulsión de tal registro.

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Otro dato a tener en cuenta para reflejar con mayor profundidad la situación de esa España, Franco se otorgó así mismo el primer carnet de periodista con la intención de hacer más visible el control y la censura que llevaría en su régimen.

Sin título.pngFinalmente, a partir del año 1966, con la aplicación de la Ley de Fraga, España empezaba a recuperar la libertad de prensa, aunque no fue una recuperación «total» porque el poder político siempre ha estado presente en el control de la información…

¿Cuándo será verdadera la libertad de expresión en todas sus formas y manifestaciones posibles…?

Carla Martín

De La carpa a Los Farsantes

Los farsantes es la adaptación cinematográfica de La carpa, una novela corta de Daniel Sueiro que fue premiada con el Premio de Novela Corta Café Gijón en 1958. Dirigida por Mario Camus y estrenada en 1963, sus planos en blanco y negro nos recuerdan lo lejos que nos pilla esta época a algunos.

Para empezar, ni la novela corta ni la película se entenderían sin saber antes que, en España, estaba prohibida la representación de obras de teatro durante la Semana Santa. Al fin y al cabo, para el pueblo cristiano este es un momento de tristeza, de llorar la muerte de Jesucristo, y se consideraba de una vergüenza y de un mal gusto extremo disfrutar de cualquier entretenimiento en esas fechas. Así, ambas historias nos cuentan las vivencias y penurias de una compañía de teatro que intenta subsistir durante los días de Semana Santa, puesto que no les queda ya nada en los bolsillos con lo que comprar comida y las posadas en las que intentan alojarse no creen en su palabra de que ya les pagarán después.

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Hay grandes diferencias entre La carpa y Los farsantes a pesar de que en el guión también intervino Daniel Sueiro, y la primera de ellas radica en el viaje. Ya hablamos en la entrada anterior de que en La carpa solo se hacía una mínima parada en un pueblo fantasma, Villaverde, pero en Los farsantes la compañía de teatro no deja de parar en distintos pueblos, desesperada por encontrar un lugar donde ganarse unas pesetas. Así, mientras que en la novela corta Sueiro nos refleja la desesperación y el hambre a través del mundo interior del protagonista, del silencio, de la inacción; en la película lo hace mostrándonos un intento tras otro, un fracaso tras otro, sin descanso. De hecho, pocas veces llegamos a ver al grupo actuar.

Una escena que no aparece en La carpa pero que supone un punto álgido en Los farsantes es cuando la compañía es contratada por unos ricachones que buscan solo su humillación, exigiendo un strip tease de la actriz Tina. Lo que más llama la atención de este grupo de adinerados es que está formado mayormente por mujeres y, aunque es un hombre quien sugiere el desnudo, son ellas quienes se muestras complacidas y dispuestas a presenciarlo («Esa gente por dinero hace cualquier cosa»). Ya en una escena anterior se había visto a Tina quejándose de que las mujeres del teatro eran muy mal vistas por la sociedad, lo que desemboca en este punto, con la propia Tina probando sus palabras. Es también repulsiva la forma en la que se propone el strip tease al director de la compañía, con un «Ya conoce a las mujeres, a ellas les gusta lo atrevido», intentando convencerle de que la actriz, aunque no lo muestre, también disfrutará del espectáculo.

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«Déjate de pamplinas y haz lo que te han dicho», le dice el director a Tina cuando aparece en el salón, claramente horrorizada por lo que tiene que hacer. Por supuesto, ella consiente por la promesa del dinero, de dejar de pasar hambre, y la escena se desarrolla con una Tina avergonzada y un público que no deja de reírse de la forma apresurada en la que se quita las prendas, creando una atmósfera radicalmente contraria al erotismo.

También diferentes se ven las relaciones entre personajes, puesto que, mientras en La carpa el narrador está demasiado metido en su hambre y desgracia, dejando que el lector solo capte lo poco que él mismo puede llegar a entender; en la película se muestra claramente. Por lo tanto, donde en la novela corta solo te comenta que uno de los actores es homosexual, en Los farsantes se deja entrever que este, además, tiene pareja, también de la compañía. Por supuesto, todo esto de una forma muy sutil, pues hay que recordar que esta película salió a la luz en plena dictadura.

La película nos deja unos paralelismos tan dramáticos como impactantes, como la conexión entre el Cristo yacente que ve la compañía desde el balcón de su hostal al pasar las procesiones y el plano cenital de esa misma habitación, donde son ellos quienes yacen en las camas, aguardando las noticias del director; convirtiéndonos nosotros entonces en los mirones de un imaginario balcón.

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Los blancos y negros ayudan a mostrar la lentitud, el hambre, el silencio y el frío, y personalmente no creo que una película rodada en la actualidad, a todo color; pudiese reflejar de una forma más intensa y veraz lo que nos quería decir Sueiro con La carpa.

En resumen, Los farsantes es una adaptación que, aunque se centra más en la fuerza de las acciones de los personajes que en la fuerza de lo que sienten por dentro, da la mano y completa perfectamente lo reflejado en La carpa.

 

Irene Morales