Los emigrantes de Sueiro: la condena del siempre retorno.

Los hay a pie, tren, barco o avión. Los hay imprevistos y planeados, duraderos o cortos, también los hay forzados o voluntarios…  Y, sobre todo, los hay soñados.

Un enfoque fundamental en las en las tres novelas cortas de esta edición ya publicadas anteriormente (La carpa, El regreso de Frank Loureiro y Solo de moto), es el viaje que emprenden los personajes impulsados por el mismo motivo: la esperanza. Por un lado, están los integrantes de la compañía de teatro que viajan durante días de un pueblo a otro esperando que en alguno de esos estalle su fama y logren escapar del hambre viviendo de actuar. Por otro, está Loureiro que se devuelve a España con el profundo deseo de que adonde vaya lo vean lleno de éxito y dinero, siendo que todo lo que ha hecho en realidad es nada, nada para lograrlo y debe hacer otro viaje de regreso a la ciudad que lo ha consumido por más de cuarenta años. Mientras que el motero, en medio de su absoluta ignorancia, anhela llegar a Torremolinos en un fin de semana para tener algo que contar el lunes que vuelva al taller, sin embargo sus escasos recursos y falta de dirección y conocimiento, le impiden cumplir con su objetivo y al final la única alternativa es volver.

Dedicada el emigrante
Estatua en Tocón (Granada, España), dedicada al emigrante.

Además de tener el viaje como factor común, estas tres historias se asemejan entre sí por el hecho de que sus protagonistas emigran por lo menos dos veces durante la historia y la trama se desarrolla en ese largo recorrido que hacen para buscar otras opciones… Sentir que tienen un propósito distinto al de sobrevivir. Sin embargo, por más que se atrevan a escapar del destino impuesto, deben volver a él porque en realidad es lo único que conocen, es su condena al siempre retorno. Entonces, aparece otra cuestión ¿por qué Sueiro retrató en tres diferentes historias, personajes y contextos un mismo tema? ¿Qué lo motivó? La razón más evidente, era el de sacar a la luz la verdad de muchos que fueron víctimas ―indirectas si se mira desde estadísticas mortandad, pero directas si se perciben desde las consecuencias sociales a la fecha―del régimen, que no distinguía entre en jóvenes, adultos, hombres, mujeres o niños, sino solamente de lo que estaba hecho a molde o no de las políticas establecidas.

Trasponiéndolo a la realidad actual de muchos en otras partes del mundo, se asemeja a la carga que deben aceptar todos los de clase media y baja ―aquí me incluyo― que desea encontrar mejores alternativas, otro estilo de vida fuera del lugar de origen, pero que muy en el fondo también sabe que debe regresar. Sueiro veía claro el deseo de emigrar, al fin y al cabo, también fue emigrante al salir de Galicia e instalarse en Madrid, con el deseo que siempre expresó de querer volver y en sus palabras, la necesidad de partir «se debe sencillamente a ese afán de escapar del ahogo y de buscar la propia identidad que son comunes a cierto tipo de desarraigados caminantes», tal como intenta reflejar en varios de sus personajes e historias, que además de querer escapar, desean encontrar un motivo menos miserable que el de solamente resistir a las amenazas de una sociedad que no les permite encajar.

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Daniel Sueiro en la década del cincuenta. Foto extraída del archivo de los herederos.

Al parecer, con estas tres novelas no le bastaba para contar o, mejor, retratar lo que estaba sucediendo debido al contexto sociopolítico que tanto caló en la España del entonces y, tristemente, del ahora, por eso extendió su crítica y preocupación a otras obras como en Estos son tus hermanos , donde lo que se cuenta

«está basado o inspirado en algunas cosas que empezaron a ocurrir a finales de la década de los años cincuenta, y siguieron ocurriendo después, cuando algunos españoles de los que se habían exiliado al final de la guerra, republicanos y vencidos, comenzaron a asomarse a las fronteras e incluso se decidieron en algunos casos a traspasarlas y regresar a su patria, limpios de cualquier responsabilidad de las que entonces se averiguaban aún con tanto ahínco, como si de limpieza de sangre se tratara ante un tribunal de la Inquisición».

Para muchos, la emigración fue obligatoria… Fueron exiliados, censurados y amenazados, por lo que se única opción era partir a pesar de anhelar constantemente el regreso y contar a otros lo que hicieron con ellos y lo que pasó realmente en el país. Sueiro lo captó y dejó en evidencia, entendiendo también que los que se van no saben muchas veces qué buscan ¿tranquilidad?, ¿éxito?, ¿venganza?, ¿felicidad? Para la mayoría es incierto, sin embargo como emigrante de mi país y desde una perspectiva actual, puedo declarar que somos más los condenado al siempre retorno.

Laura Lee

Sueiro para el inmigrante

Mi abuela visitó España en 1969. En ese entonces, era una hippie jovencita recién casada que viajaba a Europa con motivo de su luna de miel. Cuenta que, en un pueblo de Alicante, mientras dormían en la tienda de una playa, les despertaron unos hombres que les apuntaban con bayonetas: eran agentes de la Guardia Civil de Franco. Mis abuelos no fueron arrestados pero los demás compañeros de nacionalidad española no pudieron evitar ser detenidos. ¿El motivo? Las tendencias marcadas por una espiritualidad alternativa y demás conductas del movimiento hippie estaban prohibidas por el régimen. En La carpa, Sueiro nos narra una historia más cercana al estilo de vida contrario a lo que dictaba el régimen a través de un grupo de teatro itinerante, y deja en evidencia la dura realidad de los marginados que deseaban seguir sus convicciones o, por lo menos, escapar de un estilo de vida impuesto.

En ese momento mis abuelos lograron escapar de ese destino impuesto, si es que así se le puede llamar. Solo después de muchos años mi abuela volvió a España y se quedó perpleja al ver Madrid otra vez: todo se veía diferente, ni siquiera el Paseo del Prado era el mismo.

La escritura de Daniel Sueiro muestra el contraste entre espacios urbanos y espacios rurales.  Dentro de estos espacios nos encontramos con unas “vidas poca heroicas”, vidas de personas marginadas que intentan sobrevivir en un mundo que les ahoga.

La época franquista favoreció a la gente adinerada y conservadora pero para los demás fue una época de miseria, pobreza y frustración que se quedó en la memoria colectiva y en los hábitos sociales que hasta hoy perduran. Creo que cualquier persona, española o no, puede identificarse con el viaje a ninguna parte que hace el protagonista de Solo de moto y la frustración que provoca la impotencia de no sentirse en control de su propia vida. Pero la dureza de la vida rural durante el franquismo es algo que se le puede escapar al extranjero, incluso al que estudia historia española. Esta falta de información está aumentado debido al desconocimiento de muchos jóvenes españoles de su propia historia, que luego influye negativamente en la transmisión de esa información a los inmigrantes. La Transición no solo fue una época de muchos cambios sociales y políticos, sino también el comienzo de una época en la que el pasado empezó a olvidarse.

La España que describe Sueiro está muy lejos de mi realidad como inmigrante y no genera la misma angustia que puede provocar en alguien cuyos padres, abuelos y bisabuelos fueron víctimas de esa realidad asfixiante, y sobre todo de la España rural. Sueiro es uno de los mejores testigos que tenemos para entender esa realidad. La lectura y el trabajo con los textos de Sueiro me ha servido para enriquecer mi conocimiento sobre la cultura moderna de España.

 

Por Abina Cohen

El arte de sobrevivir

En plena dictadura franquista, Daniel Sueiro publicó dos de sus libros documentales más polémicos: Los verdugos españoles y El arte de matar. Como es tan corriente en la obra de Sueiro, hablaban de lo que nadie quería hablar: en este caso, de esos verdugos que en la segunda mitad del siglo XX seguían en activo en España, y de ese sistema que permitía que siguiera siendo uno de los pocos países que usaba el garrote vil para dar muerte a los reos, hasta que por fin se abandonara su uso en 1977 con la aprobación de la Constitución. Estos dos libros dejaban entrever algo más importante, algo insertado en lo más profundo del orden social y que la dictadura había permitido que se naturalizara: la pobreza y el analfabetismo formaban parte intrínseca de la sociedad española, y el pueblo era incapaz de luchar contra un sistema que le impedía el derecho a defenderse por no tener los recursos para enfrentarse a condenas desorbitadas e injustas.

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Basilio Martín Patino, director de cine principalmente conocido por sus documentales, se inspiró abiertamente en estos dos libros para Queridísimos verdugos, un documental que, rodado en la clandestinidad durante el principio de los años 70, no pudo estrenar hasta 1977, después de la muerte de Franco. Era un documental imposible antes de su muerte, que ironizaba de forma muy agresiva sobre la dejadez de la dictadura tardía y las injusticias que se cometían con toda la población. En una proyección ilegal, las primeras palabras de Martín Patino al finalizar fueron: «Estoy acojonado». Más a la derecha, Sueiro, con sudor frío en la frente, pudo decir: «Estoy temblando». No era tan fácil tener la osadía para rodar —y escribir— esto en los tiempos de la dictadura, y tampoco era fácil entender, después de todo el trabajo vertido, cómo se podían realmente permitir esas barbaridades de manera sistemática.

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En Queridísimos verdugos, Martín Patino entrevista a tres de los verdugos que todavía quedaban en España, y logra hacer un retrato muy humano de ellos —no por menos él mismo se llamaba así mismo incordiador, no documentalista—: los acompaña en su día a día, les deja hablar entre ellos de sus experiencias como verdugos y, no sin un poco de sorna —ya el mismo título del documental nos deja intuir el tono de la obra—, les permite ser ellos mismos delante de la cámara. Sentados en una bodega y rodeados de la iconografía más clásicamente española (una guitarra flamenca, el toro, el vino, la bandera de España) el documental nos descubre que ser verdugos no es solo un trabajo para ellos, al final lo han interiorizado y se sienten en una situación de poder, aunque a veces sientan pena de ejecutar a según qué prisioneros. Martín Patino hace todo lo posible por mostrarnos la complejidad de estos hombres sin escrúpulos a los que poco les importa acabar con una vida, porque es lo que les han dicho que merecen por sus crímenes.

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Esto no es lo único que documenta. También tiene ocasión de hablar con familiares y amigos de presos condenados a muerte, con testigos de los crímenes, magistrados, psiquiatras y abogados. La mayoría de ellos en contra de la condena a muerte, excepto algún supuesto doctor que afirma que existe un «gen de la criminalidad» en todos los condenados, rastreable en el cromosoma. Una forma más, en el fondo, de justificar un acto atroz.

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Uno de los casos más relevantes en el documental es el del «asesino de Gandía». La familia del asesino lucha todo lo que puede para que no se cumpla la condena, pero la misma sociedad ya los ha condenado a ellos por ser pobres y analfabetos. Él siempre ha estado enfermo y nunca han podido tratarlo, y ahora se ven incapaces de luchar contra el sistema que lo ha juzgado. Después de larguísimas esperas y cientos de intentos de recurrir la condena, finalmente es ejecutado. El psiquiatra que asiste a la ejecución confiesa: «me sentí sucio, sentí que todos éramos verdugos. Sentí que el único limpio era el reo». Martín Patino llamaba a esto la «pena de vida», la condena injusta a una existencia que sólo puede desenvolverse en la miseria absoluta. Predestinados a sobrevivir.

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Por Borja Aranda

Hablar de lo que no se puede hablar: Sueiro y la censura

La libertad de expresión es un derecho fundamental de los seres humanos. El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que:

«Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».

Censura
CC BY 3.0 / Jennifer Moo / 366 – 350: You can’t shut me up

Teniendo en cuenta la importancia de ese derecho, el 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa y consideramos que esta fecha es una excelente oportunidad para recordar cómo se enfrentó nuestro autor a la privación de este derecho durante la dictadura franquista.

Como se ha mencionado anteriormente, Daniel Sueiro vivió en una época en la que el gobierno controlaba todo tipo de información y limitaba la expresión de aquellas ideologías contrarias al régimen. Esto generó resentimientos y frustraciones tanto a él como a muchos otros profesionales del periodismo, condenados a callar y a mentir. Entre otras cosas, este periodo de la historia española se caracterizó por la marginación del escritor libre e independiente, y de los medios de comunicación de masas, y por la ausencia de una verdadera información completa y objetiva. Tal como lo menciona el propio Sueiro en el prólogo de la edición española de Estos son tus hermanos (Zero, 1977), esto ocasionó que muchos escritores se abocaran a «la titánica tarea y acaso inútil pretensión de cubrir con sus libros algunos de los vacíos que dejaban esos medios de masiva confusión, a suplir con sus relatos determinadas faltas de información, a revelar con su pluma hechos que normalmente debían de ser de sobra conocidos por todos y justamente enmendados por la misma naturaleza de las cosas».

Esta situación lo marcó profundamente y fue la razón por la cual alrededor de 1960 su trabajo en la literatura era también un trabajo moral. En más de una ocasión Sueiro mencionó su intención de utilizar la literatura como arma o como medio para denunciar lo que ocurría en la sociedad de ese entonces; buscaba con sus novelas y relatos hablar de temas sociales que no se abordaban de ninguna otra manera. Sentía en especial un compromiso moral con los oprimidos, los marginados, los solitarios y los perdedores: «material humano» con el que solía construir sus historias y que están presentes en todas sus novelas cortas.

«…lo que todos o casi todos los novelistas [españoles] hemos hecho fue elegir para ser tratados en nuestras novelas temas, hechos, vidas, personas, desgracias, miserias, injusticias en fin que en ocasiones no deberían de ser tratados en las páginas de los periódicos, pero que no lo eran, o mejor, que ni siquiera deberían tener lugar ni ocurrir en un país civilizado, pero que ocurrían y ocurren».

Sin embargo, esta situación también provocó que en muchas ocasiones la censura prohibiera la publicación de ciertas novelas. En algunos casos, cuando esto sucedía, otros países pedían editarla y promocionarla como un libro prohibido por la censura española.

Estos son tus hermanos

Un ejemplo de esta censura fue la prohibición de la novela de Sueiro Estos son tus hermanos, la cual finalmente tuvo que ser publicada en México en 1965.La razón de su censura fue el tema que abordaba: el regreso del exilio a finales de los cincuenta de los españoles republicanos y vencidos con la esperanza de poder empezar de cero pero que, sin embargo, se encontraban que no todo había sido olvidado. Los censores argumentaban que dicha novela atentaba contra la convivencia de los españoles y que por eso no podían permitir su publicación.  Incluso, como menciona Fernando Valls en su prólogo a la reedición de Los conspiradores (Menoscuarto, 2005), Mario Camús y Carlos Saura hicieron un guion de esta narración que no pudo rodarse porque también lo prohibió la censura. No fue sino hasta 1977, una vez terminado el periodo franquista, que la novela por fin se pudo editar en España. 

Aunque la censura de esta novela fue probablemente la más notable, no fue la única vez que Sueiro tuvo que enfrentarse a la censura. Años antes ya había tenido problemas para publicar su libro de cuentos Los conspiradores, a pesar de que fue ganador del Premio Nacional de Literatura en 1959. El autor tuvo que esperar cinco años para verlo publicado finalmente por la editorial Taurus en 1964, aunque el contenido del libro ya no era el mismo. Asimismo, en Novelas cortas incluimos «Fuego aparte», la cual, aunque le valió a Sueiro el Premio Nacional del SEU de novela corta en 1958 con el nombre de «La herencia» no había sido publicada hasta ahora. A pesar de que no lo sabemos a ciencia cierta, creemos que la razón de esto fue también la censura puesto que es un texto tremendista que habla de la gran pobreza material y moral que existía en las zonas rurales de la España de aquella época.

A través de los escritos de Sueiro, podemos conocer un poco acerca de la miseria y dificultades que no aparecían ni se mencionaban en los medios de comunicación de aquel entonces. A pesar de la censura, Daniel Sueiro fue un escritor comprometido con la libertad y con su pluma e ingenio denunció el régimen autoritario en el que vivió.

En síntesis, leer al autor es recordar que la libertad de expresión es un derecho por el cual se debe luchar hoy y siempre.

Bárbara Rojas

Contexto histórico decisivo para Daniel Sueiro

En el año 1936 estalló la Guerra Civil en España debido a la inestabilidad política, social y religiosa que se había desarrollado a lo largo de la II República española. Durante los tres años de guerra (1936-1939) y posteriormente con la victoria de Franco, las autoridades franquistas instauraron en España un régimen de censura y control de la actividad cultural hasta 1951. Dicha censura se produjo en tres etapas diferentes:

  • La primera etapa estuvo marcada por el protagonismo militar propio de la época de guerra y la prensa estuvo regida por los dictámenes del ejército.
  • La segunda etapa tuvo una clara influencia nazi y franquista en la que cabe destacar la Ley de Prensa de 1938 que fue dictada con carácter provisional y estuvo vigente casi treinta años hasta 1966, con el cambio establecido por Fraga (https://233grados.lainformacion.com/blog/2012/01/la-ley-fraga-luces-y sombras.html). Las ideas totalitarias que esta planteaba hacían referencia a la imposibilidad de independencia de la prensa, ya que se le consideraba un poder externo al gobierno que podía hacer daño a la imagen del régimen fascista. Como consecuencia, era necesario tener un permiso para editar y había que convencer a los funcionarios para que otorgaran al periodista la licencia de edición. Asimismo, la profesionalidad se cuestionaba, por ello se comprobaban los antecedentes personales, profesionales y las ideas políticas de cada periodista.

«Esta novela fue prohibida. No una sola vez, sino varias, aunque seguramente por las mismas personas, que tal vez sigan esperando en sus oficinas a que acudamos una vez más a ellas en solicitud de un nuevo permiso de edición» (Daniel Sueiro, Prólogo Estos son tus hermanos).

  • La tercera etapa de censura estuvo relacionada con la Falange, la cual ejerció todo su poder para controlar la prensa; ya fuera en periódicos, emisoras de radio o noticiarios e informes. Estos últimos fueron minuciosamente analizados y clasificados para verificar su licitud según lo que los funcionarios franquistas consideraban favorable para el régimen. El control sobre la divulgación de información contribuyó al auge del informativo NO-DO, el cual favorecía y apoyaba el franquismo. Aunque el NO-DO empezó en 1923 con el nombre de Internacional News, no empezó a parecer de forma periódica hasta el estallido de la Segunda República, este se debía transmitir obligatoriamente cada semana en los cines españoles «con el fin de mantener, con impulso propio y directriz adecuada, la información cinematográfica nacional».  

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En relación con la biografía de Sueiro es importante hacer referencia a la Escuela de Periodismo que empezó a funcionar en 1941. Para ser periodista no tenías que tener antecedentes y debías ser militante de FET-JONS, a su vez era necesario tener algunos conocimientos en política. Por último, al terminar los estudios era necesario cumplir juramento como bien indica Sueiro en su prólogo:

«Juro ante Dios, por España y su Caudillo, servir a la Unidad, a la Grandeza y a la Libertad de la Patria, con fidelidad íntegra y total a los principios del Estado español, sin permitir jamás que la falsedad, la insidia o la ambición tuerzan mi pluma en la labor…»

Todos los graduados se inscriben en el Registro Oficial de Periodistas, organismo creado por la ley de 1938, otro ejemplo más de la censura que llevó a cabo el franquismo. A través de este registro se controla la capacidad y moralidad de los periodistas, cualquier acto contra el Estado supone la expulsión de tal registro.

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Otro dato a tener en cuenta para reflejar con mayor profundidad la situación de esa España, Franco se otorgó así mismo el primer carnet de periodista con la intención de hacer más visible el control y la censura que llevaría en su régimen.

Sin título.pngFinalmente, a partir del año 1966, con la aplicación de la Ley de Fraga, España empezaba a recuperar la libertad de prensa, aunque no fue una recuperación «total» porque el poder político siempre ha estado presente en el control de la información…

¿Cuándo será verdadera la libertad de expresión en todas sus formas y manifestaciones posibles…?

Carla Martín

De La carpa a Los Farsantes

Los farsantes es la adaptación cinematográfica de La carpa, una novela corta de Daniel Sueiro que fue premiada con el Premio de Novela Corta Café Gijón en 1958. Dirigida por Mario Camus y estrenada en 1963, sus planos en blanco y negro nos recuerdan lo lejos que nos pilla esta época a algunos.

Para empezar, ni la novela corta ni la película se entenderían sin saber antes que, en España, estaba prohibida la representación de obras de teatro durante la Semana Santa. Al fin y al cabo, para el pueblo cristiano este es un momento de tristeza, de llorar la muerte de Jesucristo, y se consideraba de una vergüenza y de un mal gusto extremo disfrutar de cualquier entretenimiento en esas fechas. Así, ambas historias nos cuentan las vivencias y penurias de una compañía de teatro que intenta subsistir durante los días de Semana Santa, puesto que no les queda ya nada en los bolsillos con lo que comprar comida y las posadas en las que intentan alojarse no creen en su palabra de que ya les pagarán después.

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Hay grandes diferencias entre La carpa y Los farsantes a pesar de que en el guión también intervino Daniel Sueiro, y la primera de ellas radica en el viaje. Ya hablamos en la entrada anterior de que en La carpa solo se hacía una mínima parada en un pueblo fantasma, Villaverde, pero en Los farsantes la compañía de teatro no deja de parar en distintos pueblos, desesperada por encontrar un lugar donde ganarse unas pesetas. Así, mientras que en la novela corta Sueiro nos refleja la desesperación y el hambre a través del mundo interior del protagonista, del silencio, de la inacción; en la película lo hace mostrándonos un intento tras otro, un fracaso tras otro, sin descanso. De hecho, pocas veces llegamos a ver al grupo actuar.

Una escena que no aparece en La carpa pero que supone un punto álgido en Los farsantes es cuando la compañía es contratada por unos ricachones que buscan solo su humillación, exigiendo un strip tease de la actriz Tina. Lo que más llama la atención de este grupo de adinerados es que está formado mayormente por mujeres y, aunque es un hombre quien sugiere el desnudo, son ellas quienes se muestras complacidas y dispuestas a presenciarlo («Esa gente por dinero hace cualquier cosa»). Ya en una escena anterior se había visto a Tina quejándose de que las mujeres del teatro eran muy mal vistas por la sociedad, lo que desemboca en este punto, con la propia Tina probando sus palabras. Es también repulsiva la forma en la que se propone el strip tease al director de la compañía, con un «Ya conoce a las mujeres, a ellas les gusta lo atrevido», intentando convencerle de que la actriz, aunque no lo muestre, también disfrutará del espectáculo.

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«Déjate de pamplinas y haz lo que te han dicho», le dice el director a Tina cuando aparece en el salón, claramente horrorizada por lo que tiene que hacer. Por supuesto, ella consiente por la promesa del dinero, de dejar de pasar hambre, y la escena se desarrolla con una Tina avergonzada y un público que no deja de reírse de la forma apresurada en la que se quita las prendas, creando una atmósfera radicalmente contraria al erotismo.

También diferentes se ven las relaciones entre personajes, puesto que, mientras en La carpa el narrador está demasiado metido en su hambre y desgracia, dejando que el lector solo capte lo poco que él mismo puede llegar a entender; en la película se muestra claramente. Por lo tanto, donde en la novela corta solo te comenta que uno de los actores es homosexual, en Los farsantes se deja entrever que este, además, tiene pareja, también de la compañía. Por supuesto, todo esto de una forma muy sutil, pues hay que recordar que esta película salió a la luz en plena dictadura.

La película nos deja unos paralelismos tan dramáticos como impactantes, como la conexión entre el Cristo yacente que ve la compañía desde el balcón de su hostal al pasar las procesiones y el plano cenital de esa misma habitación, donde son ellos quienes yacen en las camas, aguardando las noticias del director; convirtiéndonos nosotros entonces en los mirones de un imaginario balcón.

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Los blancos y negros ayudan a mostrar la lentitud, el hambre, el silencio y el frío, y personalmente no creo que una película rodada en la actualidad, a todo color; pudiese reflejar de una forma más intensa y veraz lo que nos quería decir Sueiro con La carpa.

En resumen, Los farsantes es una adaptación que, aunque se centra más en la fuerza de las acciones de los personajes que en la fuerza de lo que sienten por dentro, da la mano y completa perfectamente lo reflejado en La carpa.

 

Irene Morales

Recorridos: en moto hasta la carpa

Si algo tienen en común muchos de los cuentos y novelas cortas de Daniel Sueiro es el viaje. El marchar a un lugar con la esperanza de encontrar allí un «nosequé», volver a tu ciudad natal buscando el hogar que dejaste atrás, coger la moto y pasar horas en la carretera con un destino más que claro pero por una razón que no lo es tanto…

Y, como se suele decir, a veces lo importante es el camino. Por eso hoy echamos mano a Google Maps, una herramienta del siglo XX, y la usamos para seguir los pasos de los personajes de Solo de moto y de La carpa allá en los años 80-90.

La carpa

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A primera vista es un recorrido sencillo: solo dos paradas. Pero cuando ahondamos en el texto nos encontramos con que ni fue tan fácil para los actores ni lo es seguirles el rastro.

La novela empieza en Medina de Rioseco, un pueblo a 43 kilómetros de Valladolid. Allí, el grupo de actores que protagoniza la novela corta ya empiezan a sentir el hambre y la cercanía de una Semana Santa que no les dejará trabajar (recordemos que por entonces estaba prohibido hacer funciones de teatro en estas festividades).

Por unas razones u otras, deciden caminar hasta el siguiente pueblo… Villaverde. Aquí ya encontramos el primer problema. Villaverde, al menos actualmente, no existe. En el texto se dice que está a unos 7 km de Medina de Rioseco, lo que correspondería con el pequeño pueblo de Valdenebro de los Valles (que también se ve en el mapa, al sureste de Medina). Sin embargo, justo al otro lado nos encontramos con Valverde de los Campos, quizá un poco más cerca de lo que nos dice el texto (5,8 km), pero no es ninguna locura pensar que Villaverde es en realidad Valverde.

Según Google Maps, esta distancia se recorrería a pie en poco más de una hora, pero estamos hablando de un grupo lento y hambriento, cargando tras de sí con toda la parafernalia de una compañía de teatro.

El resto del trayecto une la perdida Villaverde con la famosa calle de Teresa Gil, en Valladolid, tan mencionada en el texto; y a uno le podría parecer que media hora en coche es más un paseo que un viaje… No quiero adelantar nada, solo que los seis llegaron muertos de frío en el mismo vehículo y no, no era un autobús.

En Valladolid acaba el viaje de los actores, pero no su hambre.

Solo de moto

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El recorrido que hace el protagonista de Solo de moto en su carrera hacia Torremolinos es mucho más sencillo de investigar que el seguido por el grupo de La carpa. No hay pueblos fantasma, ni zonas grises: aquí está todo dicho bien clarito, para que el lector tenga esa sensación no solo de que el motero sabe perfectamente lo que está haciendo, sino también el autor.

De hecho, es tanta la exactitud de lugares en el texto que no es posible reflejarla en un simple mapa de Google Maps. Porque no, no he podido añadir justo la gasolinera a 15 km de Valdemoro, o el cruce que, aunque aparece en el mapa bien visible, ya no se llama igual que en el relato. Al fin y al cabo, los nombres, como los coches y carreteras, cambian y evolucionan.

Sin embargo, sí que sabemos que fue un viaje lento y tedioso a lomos de La Poderosa (que, ahogada al llegar a los 90 km/h, de poderosa tiene poco), con paradas hechas a regañadientes. También sabemos que el motero quiso dar «una cabezadita» en el breve espacio entre Valdepeñas y Santacruz de Mudela, o que La Poderosa sufre su famoso traspiés en algún lugar entre Priego de Córdoba y Loja.

Y, por supuesto, hay una razón por la que el viaje se acaba ahí, en la A-700, a tan solo 8 km de Málaga. A poco más de media hora de Torremolinos.

Pero esos últimos kilómetros se recorren mejor leyendo. Aunque eso ya para junio, cuando se podrá leer tanto esta como el resto de nouvelles de Daniel Sueiro en Novelas cortas para leer en la cama con un pitillo en la boca.

 

Irene Morales

¿Qué ha cambiado desde la época de Sueiro?

 

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[1]Cibeles: 1950 y hoy

La dictadura franquista fue una gran máquina de propaganda. Uno de los objetivos integrales del régimen fue la reeducación, con la que lograban controlar la corriente de información y, con ello, limitar las vidas de los españoles. Un ejemplo de esto fue la formación del Espíritu Nacional[3], una asignatura obligatoria que enseñaba los valores del franquismo y cómo se debía vivir.  Gregorio Cámara, antiguo secretario de ideas de la CEP del PSOE de Granada, describió esta formación como «la narración vital y quintaesenciada de lo que fue la (des)educación de varias generaciones de españoles de la posguerra en clave nacionalcatólica, un espejo fiel del fascismo postizo del régimen y de la básica estulticia de los constructores y divulgadores de su ideología».[4]  También hubo una Sección Femenina[5] que prescribió la conducta de la mujer dentro de la sociedad.  De hecho, la mujer perdió mucha libertad bajo la dictadura.

Estableció por ley una orden patriarcal de dominio masculino que reguló dependencia obligada de las mujeres. Convertidas en seres subalternos, sin derechos, relegadas a la domesticidad forzada del hogar, las mujeres fueron obligadas a permanecer bajo la permanente tutela masculina, sin identidad propia. Los derechos políticos y las conquistas sociales que alcanzaron en la Segunda República fueron denigrados y rechazados sistemáticamente.    -Fundación Pablo Iglesias[6]

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[7] Formación del Espíritu Nacional

Por otro lado, la propaganda se extendió por cada sector. Unos de los ejemplos más notables fue el periodismo, que estuvo bajo una fuerte censura. Esta fue motivación e inspiración para la creación de los personajes de Sueiro: personas viviendo y sufriendo en una España rígida, hecha para los hombres y clases socioeconómicas superiores.

Yo nací en Estados Unidos y ni mis padres ni mis abuelos vivieron la opresión de una dictadura. De hecho, para entender los cambios que provienen de la Transición española tuve que hablar con diferentes personas de varias edades: algunas que nacieron durante la dictadura y que la vivieron al cien por cien y otras que, consideran, no vivieron siquiera sus consecuencias. Las preguntas que les hice están relacionadas con las experiencias personales y vida cotidiana de cada uno. A pesar de que me inquietaba preguntarles acerca de su posición política, concluí que, para entender mejor la época que representó Sueiro en su obra y el posible cambio que ha tenido la sociedad española hasta la actualidad, debía enfocarme en los hábitos y estilos de vida de cada generación, pues en la rutina es donde se suele reflejar el pensamiento político. Por ejemplo, una práctica que para los extranjeros o para las nuevas generaciones puede parecer una ofensa o ir en contra de la libertad de expresión, en generaciones pasadas, por el contexto político y educativo, se vería como lo habitual, lo que está bien, como el hecho de que las organizaciones religiosas tuvieran poder para tomar decisiones de carácter político y educativo.

Entrevistados:

JE: hombre, nació en Torrejón de Ardoz en 1959.

MA: hombre, nació en León en 1964.

MV: mujer, nació en Lausanne, Suiza, en 1965. Volvió a España para estudiar la secundaria  justo cuando acabó la dictadura.

LG: mujer, nació en Madrid en 1987.

ENTREVISTA

¿Puedes describir las dinámicas de tu familia cuando eras pequeño/a?

 JE: Mi niñez fue una época muy rígida, con pocas libertades pero de mucho juego en la calle con amigos. Al fin y al cabo, todo el pueblo era como una gran familia.

MA: Vengo de una familia tradicional de agricultores y ganaderos. Mis abuelos y mis padres han tenido que trabajar muy duro para darnos educación a cuatro hermanos. De pequeños ayudábamos a mis padres en el campo. Todo estaba muy condicionado por la religión, así que lo que esta prohibía estaba presente en la vida tanto del pueblo como de la provincia. También viví parte de la dictadura y, a pesar de que ya era el tramo final, nos faltaba mucho por vivir aún. Dentro del pueblo teníamos libertad para ir y venir, jugar con los amigos… eran otros tiempos.

MV: Mi vida familiar era sana y amorosa. Éramos y somos una piña. No tenía prohibiciones. Solo tengo una hermana menor y éramos igual para mis padres.

LG: Mi familia era y es, en líneas generales, muy permisiva y tolerante. Siempre tuve libertad para tener mis propias iniciativas y en la mayoría de las ocasiones no me impidieron llevarlas a cabo.

¿Puedes describir tu experiencia en la educación?

JE: Mi colegio era un colegio católico: Escolapios de Alcalá de Henares; solo chicos y con mucha disciplina. En secundaria pasé a un colegio mixto mucho más permisivo. Asistí a la universidad por la tarde-noche, después de trabajar.

MA: De pequeño estuve internado en un colegio religioso. En ese entonces, era una de las mejores educaciones que se podía recibir. Según fue avanzando el tiempo aparecieron otras mejores. Pasé primaria en un colegio también religioso que para la época de la dictadura era de buena calidad, aunque condicionada nuevamente por la religión. En ese entonces la religión era otro poder dentro del estado, había que acatarla. Fue en el instituto cuando recibí una educación más al margen de esta, aunque todavía se seguía dando una asignatura religiosa.

MV: Hice la primaria en Suiza. Fue una educación seria y buena. Para secundaria y bachillerato estuve en Madrid. No entré a la universidad hasta los 38 años.

LG: Asistí a distintos colegios, ninguno de estos centros era católico. He asistido a la universidad y aún soy estudiante de doctorado en ella.

¿Cómo es/fue la división de tareas en la casa?

JE: Mi papel era proporcionar lo necesario, aunque intentaba participar  en la crianza de mis hijos.

MA: Lo hacemos equitativamente.

MV: Mi ex marido es cerrajero. Yo me ocupé de las tareas domésticas, los niños y también fuera de la casa.

¿Qué preocupaciones tienes/tenías?

JE: Encontrar el trabajo adecuado, formar una familia…

MA: Ahora, para el futuro pienso en mi hija y en darle una buena educación para que ella pueda decidir sobre su vida y no como yo tuve que hacer, ya que durante la época de la Transición lo importante era tener un trabajo y poder vivir.

MV: Me preocupa el futuro y la felicidad de mis hijos y nietos.

LG: Tengo las mismas preocupaciones que hace unos años, pero estas se van haciendo cada vez más intensas a medida que mi edad aumenta. Me preocupa la inestabilidad laboral, la precariedad económica, la imposibilidad de vivir, entre otras cosas.

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Aunque muchas de las preguntas realizadas no han sido reflejadas aquí, en las respuestas de estas cuatro personas se aprecia cómo ha cambiado la vida cotidiana desde la muerte de Franco; su fallecimiento dio pie al inicio de la democracia. La economía mejoró y España se convirtió en uno de los países más progresivos en Europa. Sin embargo, no se puede cambiar tan rápido la cultura y pensamientos de todo un país. Las ideas de género, religión, matrimonio y del mundo laboral son aspectos que siguen ensombrecidos por los fantasmas del franquismo.

Pero… ¿qué es lo que permanece igual? Pues España continúa luchando contra la corrupción, algo que ya estaba muy presente en el franquismo. Además, también se ve un resurgimiento de ideas de extrema derecha en el ámbito político. Por otro lado, Franco cambió la hora para estar en la misma zona horaria que Hitler y, hasta la fecha, esto sigue sin cambiarse, lo que aún genera un debate candente.

Por Abina Isabella Cohen

Referencias:

[1] https://www.pinterest.es/pin/310889180499503270/?autologin=true

[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Formaci%C3%B3n_del_esp%C3%ADritu_nacional

[4] https://www.eldiario.es/andalucia/desdeelsur/Formacion-Espiritu-Nacional_6_362623746.html

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Secci%C3%B3n_Femenina

[6] http://www.fpabloiglesias.es/actividades/jornadas/660_mujeres-dictadura-franquista

[7] http://estebanmiracaballos.blogia.com/2010/011906-la-formacion-del-espiritu-nacional-en-la-escuela-franquista.php

 

De Solo de moto a El puente

El puente es la adaptación de Juan Antonio Bardem al cine de la novela corta más renombrada de Daniel Sueiro: Solo de moto. Su primer plano,  el de una mujer a la que un grupo de mecánicos tratan como un simple objeto sexual, ya habla mucho de la diferente perspectiva con la que se mira la historia adaptada, la de un chico perdido en la vida que no sabe muy bien adónde se dirige ni por qué. En la película este ya no es un chico, sino que es un hombre maduro, fácilmente cuarentón, interpretado por Alfredo Landa y esta vez con nombre: Juan. En su caso, también parece que sí que alguna vez ha tenido éxito con las mujeres (única preocupación del hombre español de los 70). Las pequeñas diferencias al final son esenciales: el protagonista de Solo de moto no sabe realmente lo que es una mujer, es un objeto idealizado del que tampoco intenta entender mucho, una idea en la que proyectar su masculinidad.

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El título también cambia la percepción con la que entender el material. Mientras Solo de moto —como si la moto fuera un instrumento musical— hace hincapié en ese monólogo interior que va a ser constante en el camino, El puente se refiere a unas vacaciones que Juan tiene esa semana, en las que aprovecha para ir a Torremolinos. ¿El motivo? Unas extranjeras que van en coche le piden direcciones, y él dice que le sigan, que él también va para allá. Habrá mucho más diálogo y serán estos otras personajes los que darán forma al cambio que se producirá en Juan poco a poco. En una escena justo antes de empezar el viaje a Torremolinos, Juan discute con una chica que él cree que es su pareja, y nos llega el primer eco de uno de los temas principales de la película: desde el televisor suenan noticias relacionadas con el desempleo y la economía del país, y la familia de ella come sin prestar atención.

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En el fondo, la idea del puente, 60 horas solo, aterroriza a Juan. «Nadie me espera y nadie me busca», dice, sentado en su moto. Ya en el camino, como en una clásica road movie, se encuentra con personajes que en su mayor medida expresan de una forma u otra su descontento con la situación de la España del momento. Le hablan de gente obligada a salir de España por la precariedad en el campo, de presos políticos, de la represión. «Mande quien mande tú tendrás que seguir currando», dice Juan. La imagen de Franco, siempre de fondo, nunca desaparece. Él empieza a tomar consciencia de estos problemas, sobre todo después de que se rían de él en un viñedo, por estar robando uvas. Ahí está la diferencia principal entre ambos protagonistas: mientras que Juan cambia y deja de ser esa persona inconsciente, el protagonista de Solo de moto solo se da cuenta de que hay algo mal, de que no es feliz, pero intenta no pensarlo demasiado, sin encontrar ninguna solución.

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Cuando llega a la costa de Torremolinos, Juan deja la moto en la misma playa y dice: «Por lo menos ya has visto el mar». Se toma unos segundos. «Y ahora qué». Vuelve de noche a Madrid con imágenes en su mente de las que ya no puede ni quiere escapar. Ha dejado de ser un simple mecánico que no se pregunta nada. Mira sus manos doloridas y luego a sus compañeros de trabajo, que ahora ve como otros hombres iguales que él, en su misma posición, con los mismos problemas.

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Por Borja Aranda

Rescatar la literatura para conocer la historia

De no ser por las distintas formas que encontraron los antepasados para hacer indiscutible la existencia de su civilización, longevidad y transformación, probablemente hoy no tendríamos una idea tan sólida, como la que creemos tener, sobre cómo se construyó y a su vez destruyó el mundo para llegar a la formación territorial y cultural de la que hoy somos testigos.

A pesar de que la evidencia más contundente de ese pasado lo podemos atribuir a las piezas arquitectónicas ―que al día de hoy son posibles de apreciar en varias partes del mundo―, de nada valdrían estas para el conocimiento actual si no contasen algo más sobre el momento en el que fueron construidas y eso solo se ha logrado a través a los sistemas de escritura que las mismas civilizaciones crearon para sí y que dejaron grabadas en distintas formas.

Pero ¿a qué viene todo esto? El reconocer la función social que desempeñan la escritura y lectura en la construcción de los pueblos permite que la historia exista y que se siga construyendo. Es decir, las naciones necesitan de la literatura para poder existir yliteratura_latinoamericana permanecer en el tiempo. Si la única herramienta para contar los sucesos fuese el voz a voz seguramente la historia se hubiera tergiversado hace mucho y en exceso.

Las múltiples perspectivas de una misma situación leídas desde un punto de vista externo forman una imagen clara sobre lo que sucede y permiten a ese lector crear un ambiente imaginario visto a partir de distintos ángulos para entender aún mejor el contexto.

Pensemos por ejemplo en los escritos de la Edad Media sobre los caballeros castellanos, podemos tener una idea de cómo eran sus travesías y luchas pero ¿no es mejor si se conocen a través de la pluma de quien fue testigo de la época y las cuenta con la misma pasión y osadía del momento, así como se percibe en el Cantar del Mío Cid? ¿O viendo  cómo, cid-flickrtiempo después, el contexto no permitía concebir que los héroes de caballería descritos en el pasado fuesen del todo fieles a la realidad y dieran motivos a Cervantes para crear su gran hidalgo? Estas perspectivas de distintos textos le dan elementos de sobra a quien las lee para recrear la historia y entender el contexto según el tiempo en el que fue concebido el texto.

Entonces, ¿qué pasa cuando la historia no se cuenta, cuando se omite, cuando no se escribe? Se da un salto en el tiempo del que difícilmente se puedan librar las generaciones póstumas e incluso las mismas que testificaron ese momento de la historia. Si no existe ese algo que les recuerde lo sucedido o que les explique el proceso por el que pasó el país y por ende ellos mismos, queda un vacío de información que, además de ser grave en sí, genera una incomprensión desde todos los puntos externos que no testificaron ese lapsus.

Llenar el vacío de información que existe en las generaciones pasadas, las actuales y evitar el de las venideras respecto a la época de la transición, se puede lograr104469_540x711 recuperando textos que han sido olvidados y que desean contar lo que no han querido los otros que han podido por tomar una postura silenciosa y evasiva de lo sucedido.

Por lo anterior,  y otros motivos como el de mantenerse fiel a su objetivo inicial de testificar y revelar las vidas de los abandonados y marginados, o el de lograr que su literatura sea tan digerible e inteligible como hace cincuenta años, es que un escritor como Daniel Sueiro junto con sus personajes deben ser recuperados y desempolvados del olvido por el mundo actual, permitiendo que la historia se cuente desde el lado menos heroico y más admirable.

Laura Lee